Después de que Ancelotti dejara claro en la rueda de prensa previa al partido ante el Celta que Bale tenía muy pocas opciones de jugar, la apuesta por Di María parecía clara. El italiano tenía que elegir entre los galones del argentino o la racha de Jesé. En este round pesó más lo primero a la hora de decidir. El resto, lo esperado. Sin sorpresas.
Hay que decir que el Real Madrid se tomó el primer acto con bastante tranquilidad. No hubo salida en tromba o necesidad de liquidar por la vía rápida al rival. El equipo tenía la pelota y tocaba, incluso metiendo al Celta durante prolongadas fases de tiempo en su propio área. Sin embargo, no había peligro. De hecho, la mejor ocasión del primer acto la firmó el cuadro visitante, en un mano a mano de Charles ante Diego López que resolvió milagrosamente el portero gallego del conjunto blanco.
Los de Ancelotti no conseguían romper esa pared defensiva que había conjuntado el ‘querido’ ex madridista, Luís Enrique. Los centrales vigueses despejan a dónde podían y como podían todos los balones que los Cristiano, Benzema, Isco y compañía intentaban mover en las inmediaciones del área. Un remate de Benzema desde dentro del área despejado por la defensa, y uno muy bueno de Modric desde la frontal que se marchó rozando el larguero, fueron las dos opciones más próximas al gol que tuvo el Real Madrid durante los primeros 45 minutos.
La segunda parte iba tener a su vez dos mitades muy diferenciadas. Hasta el minuto 66, instante en el que Benzema marcó el gol de los madridistas, el partido seguía siendo soso, como una ensalada sin aliñar. Y es que el Real Madrid no conseguía encontrar la fórmula para meterle mano a un Celta que sin demasiados agobios estaba manteniendo un sorprendente empate en el Bernabéu. De hecho, poco antes de que los de Ancelotti abrieran la lata, el cuadro vigués tuvo una opción de adelantarse en el marcador, pero Charles no supo definir ante la media salida de Diego López y echó por tierra las esperanzas visitantes.
Como Ancelotti no lo veía claro decidió mover el banquillo. Tiró del hombre talismán, Jesé, que en el primer balón que tocaba estuvo incluso a punto de marcar, pero su remate terminó en las manos del portero del Celta. Sin embargo, el protagonismo del canario no iba a menguar. En esta ocasión no iba a ser en el papel de goleador, sino en el de asistente. Dentro del área, sin ponerse nervioso y recortando a un oponente, el ‘20’ merengue centraba desde la izquierda y Benzema ponía el pie en el punto exacto para que el cuero se fuera alejando de la posición de Yoel, portero del Celta. El balón acabó entrando. Un suspiro de alivio recorrió el Bernabéu en ese momento. Ahí el partido cambió.
El Celta no tuvo más remedio que abrirse para buscar el empate, algo que ante el Real Madrid es casi pecado mortal. Fue en los últimos 10 minutos del partido cuando los de Ancelotti encontraron espacios, y por ende también a Cristiano. El portugués puso la total tranquilidad al empujar en el segundo palo un buen centro raso al área en la enésima subida por la derecha de Carvajal. Ya sería en el descuento el momento en el que Gareth Bale se volvió a colar por la banda gracias a su potencia, cuyo centro al primer palo con la pierna derecha lo cazó Cristiano para hacer su doblete, volver a coger el pichichi de la Liga y, de paso, anotar el gol número 400 en su carrera profesional. Tres en uno. Un buen regalo de Reyes.
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