Ganó el Madrid por Cristiano y porque agotó físicamente al Atlético. Donde no le alcanza el juego le llega con su superioridad física, aunque lo que de verdad marcó diferencias con el rival fue la exhibición del portugués, que lució talento, personalidad y una pegada que tumbó al Atlético. Primero con un lanzamiento de falta que sorprendió al despistado Courtois y después con un golazo espectacular, un golpeo perfecto ante el que nada pudo hacer el portero belga. Cristiano abrió el partido y lo cerró al transformar un penalti al que puso un lazo poco después Callejón. A cada golpe del Madrid, el Atlético no ofreció ninguna respuesta, ni sobre el campo ni desde el banquillo. La inercia de los derbis tampoco cambia con Simeone en el banquillo.
Esa confianza va más allá de su juego, de los propios futbolistas, de la condición en la que se presenten los dos equipos, de sus virtudes y limitaciones. Trasciende a todo ello y escapa a toda lógica que vaya más allá de pensar que el Madrid es mejor equipo que el Atlético. Pero la sideral distancia de puntos que les separa en la clasificación no se reflejó durante el juego, equilibrado, parejo, tan discreto en un bando como en otro. Nada creó más intranquilidad en las áreas que los errores propios y ahí Coentrao en un bando y Perea en el otro no tuvieron rival. Ese duelo lo ganó con mucha diferencia el portugués, al que terminó saliéndole un duro competidor en Godín, que mereció la expulsión por golpear a Pepe en el primer tiempo e hizo un penalti absurdo a Higuaín en el segundo. Una expulsión que también se jugaron Filipe Luis y Juanfran.
Lo cierto es que el derbi es un territorio de sucesos imposible, porque imposible parece que el Atlético gane, algo que no ha sucedido en los últimos doce años. Como imposible parecía que Cristiano marcara un gol de falta. Pero hasta eso permite un derbi, que el portugués marque de falta directa. Sin rebotes, un golpeo teledirigido que llevó el balón lejos de Courtois, algo desubicado y que se vio sorprendido por donde nunca debe serlo un portero, por su palo más cercano.
Estableció ese gol una diferencia que sobre el campo no fue tal. Porque el Madrid nunca llegó a tener el control del partido y porque el Atlético disfrutó del balón sin lograr darle más brillo a esa posesión que evitar que la disfrutara el Madrid. Salvo la aparición de Cristiano para marcar de falta, el talento durmió un sueño eterno durante el primer tiempo. Antes, sólo se recordará un remate de Falcao que exigió las mejores manos de Casillas. Después, memorable. Y entre medias, un penalti que reclamó Cristiano por derribo de Gabi.
Simeone ha construido un equipo con una apariencia compacta, que tanto se esfuerza en negar los espacios al contrario, que con frecuencia olvida crearse los suyos. Por eso se antoja indispensable la presencia de Diego y sus asociaciones con Adrián y Arda. Los tres son los inventores de este equipo, los encargados de alimentar de balones a Falcao. Diego es el mejor futbolista del Atlético, puro talento, muchísima clase y elegancia en la conducción del balón.
Se envalentonó el Atlético con el gol y vivió algún momento de zozobra el Madrid, que desapareció con ese golazo de Cristiano que más allá de devolver la ventaja en el marcador al líder, lo que hizo fue levantar un muro moral entre los dos equipos. Una muralla insalvable ya para el Atlético, que sin fútbol se vio cómo le abandonaba también la moral, la confianza y las fuerzas.
Lo que vino después fue una cuesta abajo hacia la goleada del Madrid y la desesperación del Atlético, que recibió dos nuevos golpes. Primero, ese penalti que no venía a cuento cometido por Godín sobre Higuaín, sustituto de Benzema, y que transformó Cristiano para completar su hat-trick. La firma a la victoria blanca la puso Callejón, que apenas unos instantes antes había entrado por Di María.