Cristiano marca de taconazo y el Madrid gana.

 Es verdad. Así también se ganan partidos y con esos puntos del desagüe, llenos de barro, sacados a pico y pala de terrenos pantanosos, se va haciendo una montaña con lo que se ganan Ligas. Pero es feo, muy feo. Y, además, fácilmente evitable. Desde que Mou se ha echado en brazos de Khedira mandando de un plumazo al banquillo a Granero, el Madrid ha entristecido. Jugó regular en Moscú y ayer su fútbol fue discreto, por no decir pobre y, desde luego, vulgar. 




El Rayo le superó casi de principio a fin salvo unos minutos de respiro al comienzo de la segunda parte donde el Madrid sacó oro. Y lo sacó porque tiene a Cristiano que se marcó una genialidad en una jugada que era hojalata pura. Sin embargo, en un balón muerto, casi perdido, largó un taconazo casi desde el punto de penalti. Un taconazo que más que serlo fue un cañonazo a puerta, justo a la base del palo, allí donde mató a la araña grande y a tres crías con sus patitas.
Fue un destello en medio de una mediocridad generalizada. El Madrid no se adaptó a la caja de cerillas que el Rayo tiene por campo. Fue superado por la actitud y mejor juego del grupo de Sandoval, que le dio un repaso en todas las zonas del campo. Con Khedira y sin Granero, el Madrid se rompe. Parece imposible que la ausencia de un solo jugador propicie este destrozo, pero es fácil de entender. El «Pirata» mata varios pájaros de un tiro: que el rival se va a por Xabi Alonso, como ayer, antes de ayer, y el mes pasado, el equipo tiene otro jugador capaz de distribuir, tocar y abrir el juego. Pero no es solo eso: Ozil se entristece cuando no tiene a Granero para asociarse, y Kaká, y CR, y todo el mundo se empobrece un poco. No es culpa de Khedira, que hace lo que sabe, y lo hace bien, pero su presencia da músculo y quita fútbol al equipo. 
El Rayo, que juega con los ojos cerrados en espacios minúsculos, puso al Madrid en un serio aprieto. Le quitó el balón, jugó con disciplina sin balón, tapando Movilla y Javi Fuego las contras, y tuvo en Diego Costa un estilete que, de no haber estado lúcido Pepe, le habría costado un disgusto al líder. Aun así, las mejores ocasiones fueron del Rayo y no se entiende que no marcara. El Madrid se cubrió con un manto milagroso y con el de siempre, que es Casillas. Lo que erraron en la misma raya de gol gente como Michu (que falla menos cinco esta clase de ocasiones) o Armenteros (a un metro y sin dar al balón a puerta vacía) lo paró el de siempre: Casillas. El Santo hizo una parada a mano cambiada a terrorífico tiro de Casado que es jugada para enseñar a los porteros en el colegio, de manual, una de las mejores paradas del año.

El Madrid las pasó canutas porque siempre estuvo a expensas del Rayo, que dominó el partido con más agresividad en su juego, mayor hilazón y peligro en todo su ataque. Un poco después de la consiguiente bronca de Mou en el vestuario, el Madrid adelantó líneas y ahogó a su rival. Fue cuando marcó Cristiano maquillando un partido muy pobre. Entonces Mou tocó retirada. Metió a Coentrao por Kaká y el equipo se fue atrás a conservar el resultado cual equipo pequeño, y cual equipo pequeño acabó: pidiendo la hora, tirando pelotazos al cielo y con un abrazo excesivo de Coentrao y CR, como si hubiesen ganado el Mundial. Fue muy poco aristocrático.

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