Algo no acaba de funcionar en el Madrid. Sale con brío, somete al rival, se adelanta en el marcador... Y se apaga. Le ocurrió ante el Valencia y le ha vuelto a ocurrir, una semana después, en Getafe. Ante un rival que, tras la primera media hora, jamás pudo imaginar que acabaría llevándose este partido. No olió la pelota y el Madrid tocó y tocó, aunque sin encontrar demasiados agujeros. El mejor lo fabricaron entre Cristiano y Özil, una combinación en cuatro tiempos a sexta velocidad que el alemán, con todo a su favor, envió a la madera.
No pareció importar mucho. El Madrid siguió sobando el balón hasta que Di María fabricó otro hueco, allanado por un buen control de Higuaín. Alexis abortó su primer intento de remate, pero en el segundo, el argentino embocó.
El partido se acercaba a la media hora, pero el Madrid lo dio por concluido. No le ayudó a mantener el pulso la presencia de Lass, un futbolista tan indescifrable como sus continuas apariciones en los onces de Mourinho en cada arranque de temporada, ni Marcelo, que no formó con Cristiano esa letal sociedad de antaño por el costado izquierdo. Di María y Özil apenas dejaron detalles, un armazón demasiado ligero como para sostener al equipo. Siguió mandando, pero bajó revoluciones y se olvidó de cerrar el partido. Viejos errores.
Porque, tras un primer tiempo de tremenda placidez, todo lo que ocurrió en el segundo pareció sacado de la peor pesadilla blanca. Al minuto se lesionó Xabi, el único jugador de la plantilla que, cuatro temporadas después sigue siendo insustituible en el equipo, y el centro del campo se vino abajo. Empató el Getafe en una acción a balón parado, y al Madrid le empezaron a entrar las prisas. Como ante el Valencia, y como ante Levante y Racing en el arranque de la temporada pasada. Pueden ser despistes de verano, pero nadie podrá decir que el equipo no estaba avisado.
El mérito del Getafe fue seguir bregando. No se volvió loco tras el 0-1, no se fue arriba con todo, concediendo espacio para las contras blancas. Quizá es lo que esperaba el Madrid, que debería ir pensando con urgencia en un plan B. El Valencia ya le negó ese escenario y cazó un golito en la estrategia. Como el Getafe.
Fue un partido duro para los de Luis García, obligados durante largos tramos a correr tras la pelota y taponar vías de agua. El empate les liberó, en la misma medida en que alteró al Madrid. Mourinho empezó a sacar delanteros, pero la acumulación generó un efecto embudo del que apenas salieron dos tiros de Higuaín y Benzema, taponados por la zaga local. En pleno acoso blanco, Colunga sacó una contra dejando en evidencia la poca cintura de Albiol y hablitó a Barrada, que fusiló a Casillas con un gran disparo desde la frontal.
La contra, su mejor arma, mató al Madrid, que acabó el partido en el área de su oponente, con Morata de interior izquierdo, pero sin hallar la salida del laberinto en el que él solito se metió. Fue una pesadilla para el campeón, que calca el arranque de la temporada pasada y afronta la vuelta de la Supercopa en circunstancias que, si no son de urgencia, se le parecen mucho.
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