15 de Mayo del 2002. Glasgow, Escocia. Hampden Park, hogar
del Queen´s Park FC. Cerca de 51,456 espectadores en sus asientos, de los
cuales poco más de la mitad se presumen Madridistas. Y, como diría la historia
en pocos minutos, unos verdaderos privilegiados.
Corría el minuto 45, cuando Santiago Solari le devolvió una
pared larga a Roberto Carlos, quien mandó un pase elevado al gran mago del
fútbol mundial. Zinedine Zidane esperaba a que el balón bajara en la frontal
del área grande, y lo conectó con la misma clase y elegancia con la que Fernando
Hierro levantó la Copa minutos después.
Desde ese día, el Madridismo no ha sufrido otra cosa que no
sean desilusiones europeas. Primero, la Juventus en la antesala de la final, y
de la mano de Buffon que le atajó un penal a Figo en la vuelta. Después, el Mónaco
en cuartos, gracias a un Morientes inspirado. Y empezó la maldición: 6
temporadas seguidas quedándonos en Octavos. Juventus (con gol de Zalayeta a 4´
de los penales), Arsenal (con gol solitario de Henry en el Bernabéu), Bayern
Munich (por gol de visitante), Roma (incluso ganando en el Bernabéu), Liverpool
(con manita en el global), y el Lyon (con balón al poste de Higuaín a puerta
vacía incluido), se encargaron de hacernos sentir como un equipo más a nivel
continental.
Pasamos de ser el equipo más temido en la historia de este
deporte, a temer las visitas de Lisandro López, Alessandro Mancini, Yossi
Benayoun, entre muchos otros que aún siguen activos pero en el olvido del mundo
del fútbol.
Todo eso, combinado con otros partidos claves (como el
Alcorconazo y el 2-6), nos llevaron a ver el fondo, y palparlo con nuestras
propias manos. Un año después, todo cambió. Con el Lyon enfrente, y José
Mourinho desde el banquillo, el equipo dio el paso definitivo a cuartos de
final con un contundente 3-0 en el Bernabéu. En semifinales, el Barca,
acompañado de uno de los atracos más recordados en la historia reciente del
Madridismo.
Después, el Bayern en penales y el Dortmund sufriendo hasta
el último aliento, completaron tres años de quedarnos justo en la línea que
divide a un olvidado de un finalista. Eran ya 11 temporadas viendo a otro
equipo coronarse (3 de ellas el Barca, y otra el Bayern). Demasiado para un
equipo acostumbrado a ser odiado y temido con la misma fuerza con que Sansón
derrumbaba edificios antiguos.
Todo esto nos lleva al presente. A pocos días de sentir el
verano en toda su magnitud, se nos ofrece la oportunidad de ser envidiados y
odiados como nunca. De ver bilis cayendo por las millones de bocas que no hacen
más que buscar perjudicarnos.
Pero, sobre todo, nos acercamos al día donde lloraremos como
nunca. Ya sea para bien o para mal, les aseguro que el sábado todos vamos a
llorar como bebés. Cada vez está más cerca el momento de salir a la cancha del
Estadio Da Luz en Lisboa para demostrar que nuestro escudo brilla con más
fuerza e intensidad de la que tiene un cometa en una noche despejada de
primavera.
Se acerca el fin. El fin a 12 temporadas diferentes de
imaginarnos con quién ver el juego, cómo es que la festejaríamos, o cómo es que
la levantaríamos, quién sería el héroe y qué tan espectacular sería el gol de
la ansiada 9+1.
En pocos días, tenemos la mejor oportunidad de todas las que
hemos desaprovechado en los pasados 12 años. Y la idea es ser más contundentes
al momento de aprovecharla de lo que es Batman al acabar con el crimen en
Ciudad Gótica.
Las ausencias de Xabi Alonso, Jesé, y quien sea que se sume
a la lista, deben de ser vistas como otro empujón anímico, en vez de un motivo
para sentirnos débiles. Es por ellos, es por la afición, es por la historia del
club, y por el orgullo mismo del jugador, que la cita del sábado no puede ser
otro tropiezo. No lo merece nadie en el club, ni de los que han estado cerca de
él en toda su historia.
El 24 de Mayo, estaremos a muerte con ustedes. No pueden
tener la menor duda de eso, y nosotros queremos confiar en que ustedes estarán
a muerte con nosotros. Es lo único a lo que nos podemos aferrar: a la idea de
que saldrán a dar el juego de sus vidas, así como lo haremos nosotros. No
olviden que hay una generación que no ha visto al Madrid ganar una Final de
Copa de Europa, pero que cree que nació y vive para ese momento. Tampoco
olviden que Madrid vibra por ella. A dejarlo todo, no?
Han pasado doce años, y de nosotros depende que no pase
ningún otro. Este escudo y esta gente es más fuerte que cualquier adversidad
que se le presente, y ahora sólo es cuestión de confirmarlo. Está en nuestras
manos, y no sólo de los once que salten al verde del Estadio Da Luz, si no de
los millones que creamos la atmósfera alrededor de los jugadores, y que los
cobijamos mientras hacen su trabajo: llevarnos a la gloria eterna por medio de
un atajo que, hasta ahora, sólo Dios conoce.
Bendita locura es ser del Real Madrid, no?
@HalaDecima
Vivimos por ti, vence por
nosotros.


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